¿Es posible estar solos
entre tantas luces y zumbidos de motores?
La ciudad nos invade como piojos,
cuelga de nuestras orejas,
se seca en nuestras pupilas
y el pecho nos tirita

Somos residentes mínimos
que inhalan y exhalan
en centros comerciales, estaciones de Metro,
paradas de autobús; fatigados diafragmas
que no consiguen expulsar
  la megaciudad
    que vive en nosotros.