Supongamos tu cuerpo, desnudo y total, frente a un espejo
Supongamos grasa abdominal
Supongamos los fantasmas
Supongamos que estar a solas contigo en la misma habitación
es lo mismo que estar sólo
Supongamos que los primeros rayos de luz invernal iluminan tu rostro
Supongamos que hace meses finges tus orgasmos
Supongamos que un culo de carne joven y tierna yace sobre tu cama
Supongamos que has ganado algo
Supongamos que todo es muy simple
Supongamos que eres alguien, quizá tú mismo
Supongamos que tu cuerpo ya no es tu cuerpo
Supongamos que te abro el pecho y ocupo tu caja torácica como un manantial
Supongamos que te salvo
Supongamos que tú y yo nacimos juntos
y competimos desde muy temprano
por la dulzura del líquido amniótico de mamá
Supongamos que yo soy tu única compañía
Supongamos que me miras directo a los ojos
Supongamos que estamos aquí, ahora
Supongamos que soy un hombre mínimo
que emerge desde otro hombre
y lo abre desde dentro como carne viva.